MarcosBL

Aprendiz de todo, maestro de nada

VIDA NUEVA

¡Vida nueva!
Así dicen millones de españoles, hartos de lo viejo, de lo usado, de lo fracasado, de lo convencional, de lo que no existe en ninguna parte más que entre nosotros.

¡Vida nueva! Es decir, nueva savia en los partidos, nueva savia en las ideas, basta de rutinas, de abusos, de egoísmos de arriba y desdichas de abajo, de caciquismos, de reaccionarismos legendarios.

Hace cincuenta años que la vida española es siempre la misma, y mientras el mundo progresa, España sigue amarrada a lo antiguo, más reaccionaria que a principios de siglo, más paralizada que nunca. Todo es antiguo entre nosotros: la política, las letras, las artes, las costumbres, los gustos, el comercio, la industria, la vida corriente.

Parece que nos hallamos empeñados en aislarnos del mundo. Y cuando vienen las grandes catástrofes nos cogen desprevenidos, pobres, sin adelantos, sin recursos; tenemos mucho corazón, mucho sentimiento, mucho entusiasmo; ni tenemos Gobiernos ni tenemos hombres, ni salimos de ayer ni queremos entrar en mañana.

Vida Nueva

No tenemos Gobiernos porque es imposible que ninguno de los que se suceden haga nada en provecho de la nación. Con leyes absurdas, con leyes a la antigua, con procedimientos de hace un siglo, ningún gobierno podrá vivir, porque los gobiernos no son más que los encargados de aplicar las leyes.

Ni éste, ni el anterior, ni el que venga después, ni las Monarquías ni las Repúblicas harán nada mientras no lo renueven todo.

Con Parlamentos sin iniciativas, con diputados sin voluntad propia, a excepción de cuatro ó cinco independientes, con caciques que mandan más que los Gobiernos, con leyes de enseñanza que estacionan á la juventud, con la religión al servicio de intereses políticos, no puede haber España, será eternamente la España de los electores que votan por dinero y de los Congresos que hacen de todo menos leyes de progreso y de mejoramiento social, como se hacen en todas las naciones del mundo.

¡Vida nueva! En el ánimo del país está que con guerras ó sin ellas, con este sistema o con otros, así no podemos vivir, que lo nuevo se impone, que se ansía por todos una solución a tantas desdichas, a tantas miserias, a tantos desalientos, a tantas indiferencias, a tanto tiempo perdido.

Pero no se hacen sólo las revoluciones con pronunciamientos y con fusiles, en tal caso bastaría un millonario que diese las armas de ataque para que impusiera una revolución o un movimiento cualquiera, que resultaría la obra suya, y no la obra de todos. Las revoluciones se han de hacer con las ideas.

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Este texto que acabas de leer es una clara exaltación teñida de hastío que critica el inmovilismo, los caciquismos anclados en el pasado, las legislaciones absurdas, las deficiencias de la enseñanza, el estado al servicio de la religión, el estado social, etc… y sin embargo no es, como pudiera parecer, un manifiesto de 2016 de Podemos: aunque el discurso nos suene reciente, no es más que un artículo publicado en el diario Vida Nueva el 12 de junio de 1898, hace 118 años, con España en plena pérdida de sus colonias con la que se acabaría conociendo como la «Paz de París».

Somos tan revolucionarios, tan modernos, tan ombliguistas… estamos tan seguros de presenciar tiempos únicos, que no nos damos cuenta que quizá la historia es simplemente cíclica.