MarcosBL

Aprendiz de todo, maestro de nada

Amor es regalarle bombones caros, después de toda trifulca con destrozos en la vajilla

A Mia su compañera le ha regalado una caja de bombones… y a él, intrépido como pocos, le ha faltado tiempo para llenarse la boca de euros del néctar de Godiva. Como disto mucho de tener su inventiva, y llevo un par de años al menos chuporopteando de la vida privada de ambos a falta de una propia, al menos sirva esto como saludo a Mister 4, compañera y gatas.

Por cierto, es curiosa esta comparativa de bombones, asi como ver con qué hacen algunos bombones por esos mundos de dios, como es el caso de Delafée… con oro de 24 quilates !!!

Remember: El club de la comedia

Sabemos que existen, las hemos visto… pero ¿Cuántas llegamos a abrir? Son como el cuerpo humano: Sólo las abrimos si es estrictamente necesario.

No las abrimos porque son un regalo. Ni aunque nuestros hijos estuvieran aullando de hambre.

Cariño, ya no queda carne de perro en la nevera, y los niños pasan más tiempo desmayados que conscientes… ¿no crees que ha llegado la hora abrir la caja de bombones ¿Qué le vas a decir? ¿que sí?, ¿y si mañana tuvieras que hacer un regalo…?

Son un regalo reciclable. Según nos llega la escondemos en un armario… además no es necesario abrirla, hemos desarrollado el oído a tales niveles que simplemente con agitarla ya decimos tate, bombones, al armario; Y allí se quedan hasta que seamos nosotros los que tenemos que hacer un regalo.

Las cajas de bombones ni se crean ni se destruyen, se reciclan.

Cuando nos la dan fingimos mucha ilusión. Como si se tratara de algo que nos hace falta, como unos guantes, una caja de herramientas… un marcapasos.

Bombones… ¿Quién te lo ha dicho?,… además a esta yo ya le había echado el ojo, … menos mal que me la regalas porque tenía pensado comprármela yo; Pero mientras, ya estás diciendo: «esta se la coloco a mi hermana por su cumpleaños»

Las cosas cambian si el regalador está presente. En ese caso estás atrapado, hay que abrir la caja por pelotas.

El ritual: Lo primero es quitarle el papel con todo el cuidado del mundo. Me tengo que comer los bombones por pelotas, pero al menos el papel lo regalo.

Somos novatos en lo de comer bombones, nos los comemos con miedo. No en plan: ¡hala, pa dentro!, No, no. Le damos un mordisquito… analizamos su sección. No sabemos con qué nos vamos a encontrar.

Es como la ruleta rusa. Todos los bombones son aparentemente iguales y tanto te puede tocar el delicioso praliné, como la temida naranja (pausa) amarga (pausa) confitada.

NARANJA AMARGA CONFITADA ¡¿Qué retorcida mente sin escrúpulos puede inventar ese sabor?!, NARANJA bueno. Pero AMARGA y CONFITADA… Pero si la fruta confitada es lo que sobra de todas las cestas de navidad… ¿Por qué nos empeñamos en meterla dentro de los bombones?

Eso se solucionaría si se les marcara de un modo especial. Como se hace con los de licor.

Nadie se la juega con uno que este envuelto en papel rosado, o en celofán rojo. Ya sabes con qué te vas a encontrar… con el líquido pegajoso y con la cereza seca. Nadie se los come y todos en paz.

Pero si ustedes son pobres, como yo, lo más parecido a una caja de bombones que van a ver en sus vidas es la caja de Surtido Cuétara. La caja de galletas surtidas es como la caja de bombones de las clases proletarias.

Y la curiosidad es que, en las galletas surtidas, lo primero que desaparece son ésas que están envueltas en papelillo de color. Todo lo contrario que en las cajas de bombones.

Ahh…, deliciosas, chocolateadas y abarquilladas galletas. ¿¡ Cómo pueden estar en la misma caja que una galleta de arena!?… La han visto, ¿verdad? Una galleta que si la miras, parece arena. Luego la coges y dices Parece arena, La muerdes y dices Coño, esto es arena.

Cumplen las mismas funciones, se regalan, se llevan a meriendas… y sólo se sacan en ocasiones especiales. Por muy mal que vayan las cosas. Cariño, los niños han empezado a comerse a su hermanos muertos. No crees que deberíamos…

¿Qué le vas a decir? ¿Qué sí? ¿Y si mañana tuvieras visita?

La visita se va y los niños sólo tienen acceso a las galletas de arena o a las de cerámica… Pero en su mente hay una meta muy clara: el piso de abajo. Sí, todos sabemos que hay unas normas: no se pasa al piso de abajo hasta que no haya desaparecido la última galleta de arena. Pero los niños tienen sus propias consignas: Muerte a las galletas de arena, el barquillo para el que lo trabaja.

El hombre tiene esa extraña manía de sacar lo bueno sólo para las visitas. La Coca-cola, la vajilla buena, las galletas danesas, los cacahuetes bañados con miel y ligeramente salados. ¿No es un poco absurdo? Es como si en un momento íntimo con tu mujer… te reservaras el orgasmo por si baja la vecina.

No lo entiendo, de verdad.

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