Ahora que llega el verano, no puedo por menos que rescatar un viejo post de un otrora concurrido foro, y que menciona a la gente que, abducida por la moda, el servilismo o el amor injustificado a determinadas especies animales (el resto son desprestigiadas), opta desde hace lustros por adquirir y ponerse al servicio de un perro. Erróneamente el canino es considerado como fiel siervo y recibe la mención de «mejor amigo del hombre», y al hombre se le considera el AMO, o propietario del cuadrúpedo en cuestión. Pero, amigos, ¿Quién es realmente el amo? ¿Quién sirve a quién? ¿Quién subyuga y condiciona su vida a la de quién?
El hombre pasea a su animal a las horas que el canino lo desea, lo besa, lo lava, lo alimenta, gasta un curioso dineral en vacunas, comida, juguetes, productos para luchar contra los parásitos, seguro canino, y un largo etcétera de necesidades por cubrir y aliviar. Todo esto convierte al perro en un señor de elite que tiene a un esclavo, humano, de supuesta inteligencia superior, haciéndole las vida fácil y placentera. Un esclavo humano que le trae alimentos a la hora pactada, que lo asea y lo protege. Y sobre todo, tenemos a una persona organizando su dÃa a dÃa, sus horarios y prioridades, al servicio del chucho.
Ya sea por observación y deducción práctica, ya sea por vivencias personales, o ya sea por aquella vez que pisaste descalzo en la playa un ñordo de perro (inolvidable experiencia), la cuestión es que no es difÃcil percibir que el ámbito urbano padece hoy dÃa una plaga incontrolada de miles y miles de canes, léase animales de compañÃa, que hacen las delicias, es un decir, de sus dueños y se hacen con la urbe sin reparar en perjuicios ajenos. Cualquier actitud humana de apego a la naturaleza, en su justa medida, es loable. Pero el afán de contar con una can de compañÃa se ha visto insuflado por nuevos colectivos ciudadanos que han convertido el detalle en plaga y la excepción en costumbre. La moda, el borreguismo al que se le atribuyen muchos males colectivos, se adapta a todos los estratos sociales, y en la relación milenaria hombre/perro no podrÃa ser menos. Valgan estos tres ejemplos para reseñar a algunos de los responsables que han provocado el mimetismo recÃproco.
Los Jipis con perro.
A los nuevos amantes de Janes Joplin (denominados buenrris por estos lares), pijÃpis estudiantes en su mayorÃa, amiguetes del 0.7, estigmatizados con el tatoupiercing, y con una estética «cuidadosamente descuidada» o lo que es lo mismo «muy bien estropeada», les dio de repente por tener perro. Y no uno, sino varios. Una especie de tropilla pulgosa a la que besar en los morros. Yo no entiendo mucho del tema, pero cuidar de un perro vale pelas. Los de esta categorÃa suelen ser los conocidos Perros de Lanas o de Aguas, para asà hacerles greñitas y rastas e incluso adornar las mismas. Los expertos aseguran que estos chuchos tienen una tendencia natural al pastoreo y establecen un estrecho vÃnculo con su dueño, al que le es absolutamente fiel, por ser un animal marcadamente territorial.
Suelen responder a nombres etéreos como «Ã?frica» o «Libertad» o a nombres de drogas como «tripi». También los hay que tienen el mal gusto de llamarlos «Morrison».
Los «Mafias» con pitbull.
Se suelen congregar en salas recreativas o plazoletas de barrio. En función del rincón de España al que nos refiramos suelen responder a apodos de la talla de: el negro, el gordo, el canijo, el cabeza. O por otro lado el Johny, el kevin, el Koko, etcâ¦
Venden pirulillas y costo apaleao, y cada lunes por la mañana recuerdan la bronca en que se enzarzaron con aquel portero o cuando se le fue la cabeza porque «me comà quinse». Sus ropajes fluorescentes y sus zapatillas de deporte altamente discretas les hacen inconfundibles. Estudian en el instituto, con suerte, o un F.P. de electrónica y por lo general, y aparte de los lÃmites que marca eso, no han leÃdo jamás un libro. La especie, la animal me refiero, suele ser un pitbull, un boxer, un bullterrier, o cualquier bicho que además de costar riñón y medio tenga unos notables niveles de agresividad. Los expertos consultado exponen la siguiente definición: «De aspecto sereno y afable, es un perro de fácil convivencia, tranquilo y equilibrado, aunque su instinto nato de luchador y su mordisco lo hacen potencialmente muy peligroso si se le provoca.
Por su fama y su carácter protector y decidido es un buen perro para guardia y protección y es habitual verlo entre policÃas y soldados». Sobran comentarios.
Los perros lengüeteros
También conocidos como lambeconas, lamecoños, chupapies… en esta ocasión el tÃtulo es una sÃntesis funcional del animal. Las señoronas solteras suelen tener un perro de escasas dimensiones, con un rostro minúsculo, marcado por un gesto agresivo con una protuberante mandÃbula inferior. También aquà se sustentarÃa la teorÃa de las mascotas que se parecen a sus dueños. El término del tÃtulo explica la función Ãntima del perro ya que, al más puro estilo de Ricky Martin y la mermelada, las dueñas miman a sus canes hasta lÃmites insospechados y el animal ejecuta una actitud reciproca. Espatarradas en el sillón de su hogar, las cuarentonas en cuestión , se untan la vagina, perdón, el coño, con mermelada, Nocilla o similar, y se dejan hacer por los instintos de su «pequeñÃn», que suele responder a apócopes cursis de la talla, de Rufufú o Milú. Ellas hacen un homenaje sin complejos a la zoofilia oral. La «merienda de una pieza».
El Motivo
¿ Y todo esto para qué ? Exceptuando a todos aquellos que tienen perro en el campo, perros pastores, perros guardianes de su reino residencial, exceptuando a los que sólo tienen un animal en la vida, exceptuando a los tiradores de trineos, sólo un motivo empuja a los habitantes de una ciudad a tener una mascota: el poder, el tener posibilidad de controlar la vida de algo. Una especie de responsabilidad emocional que les mueve a sentirse con derecho a ahogar la existencia de un animalillo. Miles de infantes se ilusionan con poseer un perro, como si fuera a mejorar su calidad de vida, su felicidad, como si fueran a tener en casa a Gizmo, el pequeño moguai. Jóvenes y mayores que afirman sentirse solos introducen un perro en su vida como remedio. Teniendo a millones de humanos a su alrededor, los castigados sujetos optan por remediar su infelicidad con un chucho. Animal que, por ser un ser vivo, se le coge cariño, pero no remedia los problemas de autismo que padece el sujeto, sino que, por el contrario, se arrincona más en su soledad con la única y fiel compañÃa de su can.
Sobra anticipar el trágico destino que acaba con la relación amo/humano:
- «Al final lo cuida mi madre porque está mejor con ella y yo no tengo tiempo» Benditas madres, que igual recogen a un animal abandonado que a un hijoputa que vuelve al nido…
- «Al final lo abandono en el campo» Todos aquellos a los que les gusta pasear por el campo constatan y sufren la elección general por esta alternativa. Ya que ellos son los que se encuentran después a los canes abandonados, hambrientos y con una insana repulsión por los mamÃferos bÃpedos racionales.
- «Se le aplicó la eutanasia canina y ahora está en el cielo de los perros» Sin comentarios
Por favor, inmensa mayorÃa, no os justifiquéis y os empeñéis por vuestro goce en amargar la vida a un perrillo, buscaos otro hobby…
1 comentarios en “¿ Quien es el amo ?”